¿Por qué nos gusta tanto la astrología?
Se ha vuelto casi un rompehielos: conoces a alguien y, en lugar de hablar del clima, le preguntas sobre su signo solar. Si la conversación fluye, entonces sacas algunas cartas bajo la manga: el ascendente, la luna, Venus, Marte, Quirón. Vas jalando el hilo hasta donde aguante.
Este lenguaje se ha convertido en algo común. Todos, o casi todos, en algún momento hemos leído el horóscopo, ya sea por curiosidad, por escepticismo o simplemente porque a veces necesitamos que alguien más cargue con el peso del libre albedrío.
El primer recelo es natural: ¿Cómo una especie de galleta de la fortuna puede decirte qué hacer con tu vida? Y es cierto que hay quienes lo usan así, lo cual también está bien. La libertad pesa y no todos la quieren o la necesitan.
Pero, ¿es posible conocer el futuro o el pasado de alguien sólo con mirar el cielo? De la misma manera en que la psicología ha definido estilos de personalidad, o como los rasgos étnicos y culturales se han segmentado a través del tiempo, la astrología también establece patrones. El problema no radica en la astrología en sí, sino en la trampa que la rodea: creer que todo está escrito puede volverse el pretexto perfecto para no actuar, para perder el dominio sobre nuestra voluntad.
Algo similar ocurre con el tarot. Cada vez hay más adeptos a tirar las cartas, a preguntar si esa persona volverá, si deben tomar una decisión, incluso si es un buen día para ducharse. El new age lo ha convertido en un negocio rentable.
Me han preguntado qué pienso sobre esto y por qué lo uso.
A mí me gusta relacionarlo todo con la ciencia. Aunque tengo una práctica espiritual que bebe de diferentes vertientes y credos, me hace sentido cuando interviene la lógica. No es cuestión de creencia; simplemente observo. Como es el iris, es la nebulosa; como es una nuez, es un cerebro; como es un átomo, es una célula. Cuando dudo del azar, me acuerdo de la proporción áurea y se me pasa.
La vida tiene un orden y eso es innegable. Filosofía, metafísica, misticismo, espiritualidad, desde donde quieras verlo se reconoce.
Lo que llamamos azar no es sino una forma de orden que aún no ha querido ser enunciada. Como los pueblos no contactados de la selva que prefieren vivir bajo sus propias reglas, así hay cosas que, a falta de una mejor definición, llamamos azar.
Veo que el cielo tiene su propio lenguaje, que las estrellas se muestran de una manera algunos días y se esconden en otros. Veo que el viento habla, que el fuego tiene su propio dialecto. Sé que somos más que la suma de nuestras partes, pero también somos esas partes.
Si el sentido puede construirse desde los planos real, imaginario y simbólico, yo algunos días quiero conectarme con lo simbólico, lo arquetípico. Lanzo el tarot para hablar con a mi alma, no para encontrar respuestas, sino para hacer mejores preguntas.
No se trata de una nostalgia sobre la magia o el encanto primitivo de las cosas sino el juego constante de encontrar la interdependencia de las cosas, relacionar ciencia y pseudociencia, física y física cuántica, que en mi muy humilde opinión ocupan un lugar horizontal y no jerárquico en la lista de herramientas que poseemos para la construcción de realidades.
Hoy por ejemplo, he preguntado ¿Cuál es la energía imperante? ha salido la estrella. ¿ Me dice sobre mi futuro? ¿Me dice que debo hacer? ¿Tiene una gran revelación para mi alma? ¿Me hace querer poner en mano ajena mi presente? ¿Me convierte en una persona influenciable? ¿Puede ser un instrumento de autoayuda? ¿Puede ser un escape? No lo se, creo que también depende del día.
Para mí, el misterio se revela en una decisión interna, veo esta carta y entiendo que hoy me encuentro llena de ideas, por eso he empezado esto, quizá no lo continúe, pero hoy, hoy mi energía se percibe radiante y no es por la carta, pero llega a confirmar algo que ya percibía, probablemente si estaba en otro humor leía diferente. Llega hasta ahí.
Me gusta jugar con lo simbólico porque me ayuda a descubrir verdades internas, que se nutren de arquetipos comunes y pueden dar pie a una conversación que trascienda el clima. Necesitamos un lenguaje compartido, uno que no nos polarice o enfrente unos contra otros y que si, nos permita profundizar en los tesoros de lo humano.
Creo que no hay nada mas bello y mas humano que la curiosidad. La necesidad de darle sentido a lo que nos pasa. Nos gusta la astrología porque nos ofrece un contexto para el autoconocimiento y el cuestionamiento de lo establecido, en un mundo tan hiperreal y racional no hay espacio para los superpoderes ni las respuestas definitivas.
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